sábado, 13 de octubre de 2018

Recital homenaje a Leopoldo de Luis en el centenario de su nacimiento

El pasado jueves, 11 de octubre, en la sala Raimon Llort de la biblioteca central García Nieto de Cornellá, nuestro grupo, rindió homenaje a Leopoldo Urrutia de Luis, más conocido como Leopoldo de Luis, poeta en un tiempo sombrío, que dio a conocer sus primeros versos en plena guerra civil y editó en los difíciles tiempos de  la dictadura franquista, que lo vigilaba de cerca. Amigo de poetas como Miguel Hernández, León Felipe, Gabriel Celaya o Vicente Aleixandre, además de excelente poeta fue también editor, estudioso y crítico.
La presentación  corrió a cargo de Carlos Fernández. La presidenta Ana Isabel Pérez introdujo al poeta a quien Jesús Andrés Pico acercó al atento público asistente, hablando del hombre y del rtista, de su obra y del tiempo que le tocó vivir. A continuación los poetas y rapsodas Emilio Moreno,  Pedro ToledanoGabriel Moreno y el propio ponente, pusieron voz a los versos del poeta cordobés y deleitaron al respetable con composiciones propias.







En el blog de nuestro compañero  Emilio Moreno, hallareis reseña del acto.












LOS NOMBRES DE LAS COSAS

Si decimos madera, se oye el viento
poniendo entre los árboles su música,
como cuando al nombrar el pan nos llega 
un vaho caliente de la mies madura
y al decir vino es un otoño claro
lo que nos toca con su mansa lluvia.

En el ala del nombre cada cosa
trae el olor de una sustancia pura,
la lejana verdad de su materia,
los cálidos cimientos que la fundan.

Si decimos madera suena el golpe
del leñador entre las altas plumas
vegetales, la sombra campesina
si pan decimos fugitiva cruza

y la mano artesana que levanta
la nívea luz de la amasada espuma,
y el rumor jornalero en los lagares
si vino dice nuestra voz, se escucha.

En la arcilla del nombre cada cosa
como en pequeños ríos acumula
el humano sudor, el noble esfuerzo
para su claridad primera y última.

Hasta nosotros vienen nombres, cosas:
madera, vino, pan, metales, frutas...
Satélites diarios nos rodean,
sus solícitas sombras nos ayudan.

Tienes que pronunciar los nombres
de las cosas sintiendo su profunda
realidad de materia y su invisible
condensación de vida. 

Tal la pulpa de una almendra, 
en la cáscara del nombre trozos de vida, 
vidas diminutas, duermen y se despiertan 
en tus labios, hijo, 
cuando tus labios las pronuncian.



ES COMO LEVANTARTE CON LOS OJOS


Es como levantarte con los ojos,
con las húmedas alas de los ojos,
al imborrable cielo del recuerdo.
Pasan nubes oscuras, tristes pájaros.
Lentamente tu nombre al fin se queda
solo, desnudo, inmóvil, imposible,
como estrella varada.

Y nombrarte es dolor. Reconocerte
después de cada tarde, como el sueño,
es el dolor diario. Cruzo absorto
calles hacia la angustia de la nada,
entro en casas desnudas,
hablo a seres extraños, torpemente.

Reconocerte es triste, como es triste
siempre identificarnos lo más nuestro
inútilmente cerca, naufragando
en la luz impiadosa de los días.
Entramos y salimos de nosotros
abandonando siempre lo que somos,
esa sola verdad que nos habita,
apaleado perro en las veredas
por las que transitamos sordamente.

Sentirte cerca duele, como duele
siempre palpar la herida que no cura.
Sentirte en lenta huida hacia la tarde
con un dolor solar sobre los párpados.

Veo a veces tu cuerpo como un río,
como un río pasando mudamente
el puente de mis años, por mi pecho.
Y en un heroico cielo, siempre inmóvil,
só1o tu nombre, herido de memoria.

En esta soledad me estoy poblando,
haciéndome de bosque y fronda hirviente.

Una renunciación acaso sea
más que segar la pretendida rosa
brotar oscuros árboles de sueño.



LA ROPA EN LA VENTANA




Como falsos ahorcados en el aire
sus cuerpos vacilantes y vacíos,
desnudos de nosotros, brazos, piernas,
cinturas, pechos, cuellos, suspendidos.
Pasa la luz de enero entre los blancos
fantasmas con su frío.

Deshabitadas formas desvividas,
huecos humanos ateridos.
Esa silueta con que juega el viento,
ese perfil he sido.
Tus manos compañeras lo han salvado
con su dolor de qué tristes residuos.

En el aire tal vez me reconozco,
un poco soy bandera al tiempo herido.
Jirón que se estremece mudamente,
por un cristal me miro.

Y no sé si es la ropa o es la vida
lo que pende de un hilo.




A MÍ MISMO

Ya sé que lo que escribo ya lo he escrito.
También que lloro lo que ya he llorado.
Sueño quizá lo mismo que he soñado.
Habité una casa que aún habito.

Me quejo de lo mismo que otros días,
enciendo el mismo fuego de señales,
son mis versos de ayer y hoy iguales:
sombrías señas, como ayer sombrías.

Pero,¿cambió el dolor? ¿Y la amargura?
¿Se borró la injusticia? ¿Es menos grave
el odio, o la miseria ya no crece? 

No ha cambiado mi forma de escritura
ni he dado todavía con la clave
de ver la aurora cuando no amanece.


Todos los poemas son de Leopoldo de Luis


















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